Cuarta Edición Revista Portafolio Cultural (issuu) Jueves 16 de Febrero, 2012
Tan de ayer es el hoy de la minería en Colombia que quien se detenga a analizar la extracción de minerales preciosos a gran escala en nuestro país, podrá encontrar, sin que sea el único hallazgo posible, que al igual que en la época colonial, los recursos del territorio nacional continúan siendo explotados y aprovechados por los colonizadores. Taironas, Muiscas, Quimbayas y Pijaos, son solo algunas de las culturas indígenas cuya historia atestigua el permanente saqueo.
Pero con el transcurrir de los años el desenvolvimiento de los medios de producción y las relaciones sociales han introducido cambios en las formas de hacerse a los recursos auríferos. De modo que en épocas contemporáneas no se propende por un coloniaje directo, sino que el proceso es adelantado mediante reglas aplicadas a través de servidores oriundos de los lugares explotados. Para expoliar el néctar de la flor la reina ya no envía a sus zánganos y por el contario, apela a cuanta especie subyugada tenga a la mano, sin embargo, su ominoso ejército no dejará de constituir una beligerante reserva que apunta a donde el radar indique. Es lo que bien llaman neocolonialismo.
No obstante la insaciable sed de oro siempre hallará sorbos amargos, de manera que contra la gran minería, bien sea por el río que cruzó el serrano, por el puente que construyó su hermano o hasta haciendo uso de la rueda que dejó el hispano; el colombiano levantará su voz y mano. Así lo confirma la oleada nacional de movimientos de artistas, intelectuales, estudiantes, pequeños y medianos mineros, y con ahínco, la de los trabajadores de las multinacionales mineras.
Por ende al fulano que llegó a mi tierra llevándose todo mi oro, como ilustra la canción Oro de ChocQuibTown, sin duda, también habrá que decirle “hecha pa`ya, fuera de acá papá, no vuelve a robar mi oro... señor yo te dejo, vete con todo y espejo..
Tan de ayer es el hoy de la
minería en Colombia que quien se detenga a analizar la extracción de minerales
preciosos a gran escala en nuestro país, podrá encontrar, sin que sea el único
hallazgo posible, que al igual que en la época colonial, los recursos del
territorio nacional continúan siendo explotados y aprovechados por los
colonizadores. Taironas, Muiscas, Quimbayas y Pijaos, son solo algunas de las
culturas indígenas cuya historia atestigua el permanente saqueo.
Pero con el transcurrir de los
años el desenvolvimiento de los medios de producción y las relaciones sociales
han introducido cambios en las formas de hacerse a los recursos auríferos. De
modo que en épocas contemporáneas no se propende por un coloniaje directo, sino
que el proceso es adelantado mediante reglas aplicadas a través de servidores
oriundos de los lugares explotados. Para expoliar el néctar de la flor la reina
ya no envía a sus zánganos y por el contario, apela a cuanta especie subyugada
tenga a la mano, sin embargo, su ominoso ejército no dejará de constituir una
beligerante reserva que apunta a donde el radar indique. Es lo que bien llaman neocolonialismo.
No obstante la insaciable sed de
oro siempre hallará sorbos amargos, de manera que contra la gran minería, bien
sea por el río que cruzó el serrano, por el puente que construyó su hermano o
hasta haciendo uso de la rueda que dejó el hispano; el colombiano levantará su
voz y mano. Así lo confirma la oleada nacional de movimientos de artistas,
intelectuales, estudiantes, pequeños y medianos mineros, y con ahínco, la de
los trabajadores de las multinacionales mineras.
Por
ende al fulano que llegó a mi tierra llevándose todo mi oro, como ilustra la
canción Oro de ChocQuibTown, sin duda, también habrá que decirle “hecha pa`ya, fuera de
acá papá, no vuelve a robar mi oro... señor yo te dejo, vete con todo y espejo...”