Por: Omar García Ramírez
Pero joven…
Realmente puede ser muy fácil llegar a convertirse en un poeta de leyenda.
Aunque… ¿Por qué no intentar mejor, ser un buen hacker que se mueva entre las redes del sistema, con el potencial silencio de un virus luminoso; una estrella de rock en pacto de rubrica con el ángel caído; un joven político reformista con su particulares inversiones offshore en paraísos fiscales; un economista brillante con el esquema de Ponzi como última carta?
¿No, no le interesa?, bueno veamos…
Primero que todo tienes que asumir una cara de condenado, de iluminado, o de bandido. De alguna forma, esta terrible afición se paga con la vida.
Pero no cualquier cara de bandido sirve para generar la iconografía de un poeta de leyenda; deberás tener la mirada de un bandido romántico, como decirlo; alguien que sonríe mientras sabe que navega en aguas turbulentas. Para eso se requiere un poco de temple, y mucho más en estos tiempos, en donde el que navega a la intemperie, bajo su propia bandera, es considerado un sujeto peligroso.
Tienes que hacerte a un look de acuerdo con tu estilo, y también un contrapunto en el vestuario; algo que desentone: un sombrero rojo, una bufanda; ––preferiblemente de lana de oveja negra alérgica a la lana, o de vellocino encendido––. Algo que puedas dejar tirado en cualquier bar de mala muerte y que nadie quiera apropiarse, ya que puede ser considerado una prenda de poder mantico; algún amuleto que siempre querrán devolverte; ya sea para conocerte, para ofenderte, o para cobrar una mínima recompensa. Pero en este apartado, ten en cuenta: nunca lo olvides en un taxi colombiano ––desaparecerá, sin dejar rastro, para siempre––.
Déjate ver por los sitios concurridos de la ciudad.
Las avenidas y los parques; los bulevares y las bibliotecas; las exposiciones y los conciertos; las manifestaciones políticas, las tertulias intelectuales. Ocupa titulares, ve a los Reality Shows, de vez en cuando aparece en los noticieros hablando sobre cualquier aniversario, el onomástico de algún escritor nimbado con la diadema de la inmortalidad. Participa de las redes, cultiva la literatura mínima. Súmate a las sublevaciones y los amotinamientos de los indignados. Indígnate y amotínate. ¡Ve inmerso en el curso palpitante de la historia!
Después de la tormenta, vendrán los posicionamientos y la calma…También cierta flânerieraffiné le cae bien a un escritor, aunque pareciera ser el ingrediente de nostálgicas modas de fin de siècle; no se crea, todavía tienen su brillo cargado de oropel. El dandismo está desvalorizado, pero no deja de tener el encanto de las modas subterráneas, los performances epatantes y los efectos teatrales de la vida. Aparece bien vestido y de ser posible acompañado de una dama de compañía; así no sea tan dama y más bien sea una chica de campaña. Una dama que disfrute de estos escenarios, sin llegar a comprenderlos del todo y que la mayoría de las veces adopte una pose distante. Una dama que en algún momento pueda socorrerte cuando se acaben las botellas del anís y el Ada verde; que te acompañe hasta la madrugada, ya que los poetas y escritores de los que hablo ––no de algunos funcionarios de la academia––, caminan bajo largas sombras noctambulas los pasadizos de las noches.
En la taberna forma una bronca, una buena pelea con herido de por medio. Es material de leyenda y crónica, eso nunca falla. Procura que no te desfiguren en estos lances; aquí se trata de salir ileso, calcular los embates y balancear las peleas. En algún momento una retirada honorable es mejor a quedar de quirófano ––carne de matasanos––, o lo peor, movilizándote sobre un velocípedo para tullidos.
Hablaran mal de ti, los meseros y los barmans, y te cerraran el paso en media docena de establecimientos. No importa, en estas ciudades abren docenas de garitos todos los días; tantos, como ruletas, prostíbulos y casas fúnebres.
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En los restaurantes, cuando puedas, deja una propina enorme; una propina de potlatcht, y en otras, si la oportunidad la pintan calva, escabúllete sin pagar la cuenta. Siempre se recuerda a ese tipo de clientes; los demás, son meras cifras que hacen cantar las cajas registradoras; anodinas criaturas, que no dejan estela de leyenda en la microeconomía de las capitales y las provincias.
Preocúpate por tus lecturas; poco a poco, crearás tu propia antología de maestros. Unas veces llegarán a ti como por arte de magia, cuando tú ya estés preparado; otras veces llegaran por referencias de otros autores o lectores. No te daré una lista. Existen muchas rutas literarias y cada una de ella corresponde a un tipo de poeta. Pero ten seguro que esa será la enseñanza de tus ancestros, los que cantaron antes de que tú llegaras; los que de alguna manera estarán siempre presentes mientras el género humano siga su tormentoso curso. Créeme que deberás leerlos y volverlos a leer. Se puede vivir sin lecturas; eso es casi seguro, pero pobre del hombre que pase su vida sin asomarse a los libros. Es como si hubiese vivido sin conocer una parte luminosa de su existencia.
Da una docena de debates con gente de altura, con genios de ser posible; aunque ya no abundan. En ese caso baja el listón y confronta catedráticos y profesores universitarios; ten a la mano los manuales, y adopta una jerga post estructuralista, post modernista y phornodermista; aprende a citar y colocar correctamente la bibliografía, para ello, es asunto de vital importancia conocer las normas ISO 690-1987 para artículos impresos y la ISO 690-2, para artículos on-line; además de la ISBD (International Standard BibliographicDescription) y la AACR (Anglo-American Cataloguing Rules). Si no queda esta opción, los periodistas, a pesar de sus limitaciones, son buenos contendientes, pero discuten más a las personas que a las ideas; por lo tanto, de ellos, es mejor no fiarse. Si ya no encuentras feedbacken la arena pedregosa de las ideas, no te quedará más remedio: tendrás, ––en algún momento de tu vida–– que enfrentarte a la Genusirritabilevatum, horda exquisita y quisquillosa de los poetas de la que hablara Horacio. (Tus congéneres en armas literarias). Entonces, tendrás que recurrir desde el sarcasmo, a la ironía, pasando por la parábola y la alegoría, y toda la batería estilística de la retórica, para terminar ––si el debate se calienta––, esgrimiendo la contundencia elemental de la botella. Algunos poetas capitalinos que fungen de atildados emisarios culturales, prefieren este último recurso a las sutilezas del idioma.
Quedas advertido.
Uno que otro, tratará de rebajarte a una cosa mezquina, una lacra humana, un ser oscuro en los límites de la decencia social y la escala de valores; de cierta manera tendrán razón, pero no te preocupes por eso; si te has propuesto llegar a ser un poeta de leyenda, esas nimiedades no cuentan. Si salen a relucir los golpes bajos, recuerda las enseñanzas pugilísticas de Arthur Cravan y el puñal bajo la capa de un Modigliani, ese poeta de la pintura parisina; y naturalmente, los consejos estilísticos de la esgrima literaria de Monsieur Baudelaire.
Nunca pidas favores a la familia política; esa HonorataSocieta, esa Camorra, esa Traquetocracia en pro de los presupuestos públicos. Puedes darte el lujo de pedir favores a los agiotistas, las gentes del hampa, a los camellos, a los jibaros, a las putas, a los falsificadores, a los hackers, a los rockers, a los hipsters, a los punks, a los peperos, a los travelos,a los pintores, a los poetas, al lumpen-proletariat, al lumpen-agricoliat a los ñeros y a los yonkis, a tus amantes, a los poetas; pero nunca pidas favores a la Cosa Nostra politiquera, la Yakuza de Batraxia; te los cobraran con creces y con intereses más altos que los de la usura promedio del mercado. Ellos son, los que de alguna manera, forjaran tu mala reputación; y esa es la cara dura de la moneda. En esa cuña plateada y de hollín verdoso quedará la mitad de la leyenda.
Bebe, fuma y fornica moderadamente, pero de vez en cuando embárcate en una juerga fenomenal.
Una bacanal romana, una pantagruélica borrachera; eso es muy importante; una fumarola volcánica, una curda de pirata, una rumba de corsario. A veces los pulmones y el hígado deben ser capaces de cargar con la desproporción de un poeta de leyenda. Un refocile popular y prolongado, una rasca de camaján rompe-muros, un fiestorro de drogatta en fornicatta. Para ello, debes cultivar un hígado de hierro y unos pulmones vulcanizados. No olvides llevar una dieta de aceite de oliva, frutos de mar y muchos vegetales. El aceite de oliva blinda el hígado; toma mucho jugo de limón y cítricos. Si vas a llevar la dieta de “Papá Chucho” es mejor tener a la mano estos valiosos cartuchos.
Mantén algunas costumbres excéntricas; por ejemplo: no salir antes de las diez de la noche o dormir hasta las doce del día. Fumar tres baretos amarrados en barril; o beber de un solo golpe un cuarto de bourbon; saltar en un solo pie determinado número de pasos, al doblar las esquinas de tu villorrio. Bailar salsa bajo el efecto de enervantes psicodélicos con cara de chaman ayahuascado en medio de una verbena. Salir a hacer una caminata empelota, a la hora pico de la ciudad en una especie de deriva performática y situacionista. Algunos de estos comportamientos anómalos serán objeto de burla y hasta de escarnio; pero no desmayes hasta fijar la atención de las masas. Ya se sabe, la cultura del espectáculo; tú eres de cierta manera una mercancía de sueños y palabras y estas vendiendo tu alma sobre el altar de la gloria. Procura que los cronistas estén presentes, pero que sean cronistas con talento y oficio; no chismógrafos tontos del culo y sin estilo.
De ser posible vive bien, agénciate un buen estudio; alquila el mejor pent-house de la ciudad. Este es un detalle menor, pero no dejará de darte cierta tranquilidad. Se escribe mejor así; aunque algunos son partidarios del cuchitril, el inquilinato, la mansarda, la enramada y la buhardilla, por su encanto romántico inherente. No estoy seguro de ello; pero estés donde estés; aun en medio de la pestilencia y viviendo entre mandriles, debes escribir.
Ya que, si todo lo anterior es importante…
Si todo lo anterior es la clave de esa vida de leyenda literaria; de nada te servirá si no escribes algo de peso; así sea un cuento que te sobreviva en el tiempo; un pequeño poema que pueda ser entonado como una canción, como un mantra, como un himno interior; si un lejano amante en el futuro (joven astronauta colonizando una luna desierta), no le dedicara cuatro líneas a su amada, saqueando una de tus obras; no valdría la pena. Una pequeña oración para salir de la oscuridad; un encantamiento para hacerse invisible en medio de la claridad el día. Si no estás dispuesto a dejar tu piel y tu espíritu sobre la mesa de trabajo y darle duro a esas teclas hasta que tú maquina se convierta en el resplandor eléctrico de un rayo; el fuego que estalla bajo tus manos; ametralladora semántica empotrada en una trinchera de soledad, silencio y silicio…
Si no estás dispuesto a esta dura y circense vida; dedícate a otra cosa, el mundo ya está lleno de profesiones y aficiones que son igualmente ruinosas (casi todas las del siglo pasado, incluyendo algunas profesiones académicas y liberales), puedes en cambio, hacerte freelance de tu propia agencia de sueños, tu factoría de ideas, pero con mayor tranquilidad, manteniendo un bajo perfil y sin ánimos de trascendencia.
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Aunque seamos sinceros, si has luchado por ello; cuando estés muerto y esa leyenda comience a respirar, no importaran los esfuerzos: (a algunos poetas, solo les basto anunciar que estaban escribiendo un gran libro… Otros, solo necesitaron ser partenaires de un ex presidente). A nadie, absolutamente a nadie, ha de importarle.
Y mucho menos a ti, que estarás reintegrado a las cosas terrenales del olvido. Lenta biodegradación, hacia la cuna microscópica de los alcoholes livianos y los metales pesados.
Entonces, la leyenda crecerá como un sueño fantástico que llenará de luces la gris monotonía de los lectores de poesía ––la cofradía mínima; la minúscula secta del fuego secreto; la aristocrática ínsula de los amantes de las palabras en la galaxia de las imágenes virtuales––, alimentada en sueños, por poetas de leyenda.
Como ve, joven, no es tan difícil….
¡Inténtalo… a lo mejor vale la pena!