Por: Alexander Noreña Agudelo
Ilustraciones: Julián Muñoz
¡Se ha perdido el aire! conservo la angustia.
Todo lo que aquí existe imita el verde de las plantas, las casas enfrentan el tiempo.
Mi silencio no hace eco, el sonido se fuga más allá de este encierro, cuatro paredes se abalanzan destruyéndome… tengo sueños, lo sé, sé que sueño. Tal vez exista la posibilidad de salvarme, salvarme ¿de qué? de qué -me pregunto- soy insalvable.
Veo tras la ventana - observo, y me sorprende- vagabundos que rastrean las pocas calles. Buscan errantes entre la basura, padecen y se untan de las excresencias. Presiento… ¡eso es! Son como yo, temerosos del día, huyen con el aire, espío en la ventana.
Hoy desperté. Pálido el rostro al levantarme, advierto que surgen cucarachas, moscas, escarabajos en el entresijo de la madera que tapiza el cielorraso.
Camino hasta al baño. Veo en mi rostro la angustia de ser el mismo, de dormir con la misma sangre ¿quién soy? Inquiero y como respuesta, sombras.Lo que aquí existe sospecha de mí y me interroga ¿quién eres? las sombras siguen el rastro que dejo.
El agua rebosa, baja del lavamanos, penetra mis ojos, no dejo de fregarme el rostro, voy desapareciendo del espejo.
Aquí adentro, más allá del confinamiento, más allá de cuatro vertientes, de los límites, la soledad, la brusca. Una conciencia menos azarosa, los olores, todo lo implacable, el silencio se asordina ¡soy salvaje!, nace en mí los sueños que no salvan, me he parido como a un muerto que va al agua.