Una mirada por la población Indígena del Occidente de Risaralda y el Oriente del Chocó
El poblado
A las comunidades indígenas Chamí que habitan el occidente de Risaralda y el oriente del Chocó, en medio de los nacimientos del río Atrato y San Juan, parece que hubiese sido en sueños que el gobierno les dio energía eléctrica para mitigar su suerte echada río abajo. Los postes ya corroídos por el tiempo sobre la serranía, hacen que la idea de electricidad en esta región solo sea el recuerdo de algo que alguna vez existió. Los cables que transportaron la energía ya están deteriorados y algunos tocan los rústicos techos de guadua podrida.
Los ranchos están parados sobre troncos secos de palma fina y sobre estos, una base frágil de varas y guadua las cuales sostienen las soleras y los parales de lo que estos indígenas llaman viviendas. Los ranchos no usan puntilla alguna que los pueda sujetar, solo bejucos bondadosos, horquetas y escaleras hechas a machete que llevan a salones de guadua y esterilla… Sobre unas cabuyas viejas, raídas y multicolores, cuelgan las ropas curtidas y domingueras, entre cucarachas, ratones y pitos, que se disputan su posada, y al fondo de la habitación un cuadro pequeño de tierra; en una esquina de estas salas, está el fogón, que a la vez es descansadero y habitación del perro y el gato, lugar adornado de ollas sucias y carcomidas por la mancha del chirivico (producto que se asemeja al plátano o el banano pero es mucho más pequeño).
En la base del tejado es común encontrar calaveras de guaguas, micos y toda clase de animales cazados y muertos por boroqueras, finísimas cerbatanas hechas de palma fina que parece acero. Los indígenas fabrican unos dardos con veneno extraído de ranas venenosas, dicen que su efecto no tiene cura y en solo pocos minutos, cae la víctima. Todos duermen en el suelo, unos con la cabeza en la nalga del otro. No hay asientos.
Haciendo contraste con toda esta cruda realidad, en la mayoría de casas, hay un equipo de sonido de buena marca, los discos compactos son piratas, la música que se escucha es ranchera, norteña y guasca. Para el entretenimiento en casa, algunas familias usan televisor marca Samsung, DVD y películas clásicas de narcos y los súper-hombres USA. Gastar el dinero tomando chirrinchi (licor que se produce de la caña o la panela añejada) y alcohol puro, es parte de su rutina, así como el barequeo que les produce para su sustento y para los pocos bienes de servicio, que de paso, son muy escasos.
Los caminos son intransitables para mulas, uno que otro sirve y es gracias al trabajo comunitario. Los puentes para cruzar los caudalosos ríos, son verdaderos trampas para niños y mayores, están amarrados con lazos y alambres enmohecidos, palos y guaduas viejas.
Los roles
Las mujeres indígenas a los 12 años consiguen marido y de ahí su misión principal es parir. Gestan, sin ninguna asistencia ni control médico y con mala alimentación, crían sus niños en la más alta desnutrición. Los niños nacen, en consecuencia, desnutridos y así continúan su proceso de crecimiento. Según la edad que tenga el niño es el tamaño del canasto que la madre debe cargar y este va haciéndose más pesado en la medida que el muchacho va creciendo. Con su barriga grande, nada de nalgas y piernas delgadas, en medio de la mugre, los perros, el pantano, el estiércol de cerdos, patos y gallinas van creciendo estos chicos que además andan descalzos y sin ropa.
Luego de parir se acuesta el indígena y las mujeres salen con su canasto a buscar comida, dicen: “es la mujer quien abastece de comida a la casa”. Ellas además son quienes cosen la ropa y lo hacen de manera artesanal; usan colores vivos, fluorescentes, con encajes blancos y algunas botas puntiagudas adornadas con chaquiras multicolores. Este es el atuendo tradicional. Las indígenas siempre llevan lo más pesado para que el hombre siempre esté listo para el apareamiento y la procreación. !Qué privilegio! Todo joven a la edad de 15 años ya tiene que tener mujer. Los hombres por su condición de género, son “más civilizados” y saben leer. Las mujeres en cambio son más analfabetas y no hablan casi castellano.
Hay, en estas comunidades, una milenaria costumbre indígena, violatoria de los derechos humanos, que consiste en la extirpación –ablación- del clítoris a las niñas, práctica que realizan utilizando un hierro al rojo vivo. Esto lo hacen con el fin de impedir que la mujer llegue al orgasmo y en cierta forma garantizar la fidelidad de la pareja. Vaga ilusión de una cultura para preservar la fidelidad.
La vida social
Tienen una música parodiada a ritmo de merengue ligero, la cual llaman danza. Se han inventado algunos bailes, a pie junto a ritmo de caderas, cabeza, cabello y manos. Es bonito. Pero creo que estos indígenas han ido perdiendo su cultura en el andar del tiempo por varias razones, entre ellas ocupa un lugar importante la religión, están haciendo iglesias para dar fidelidad al catolicismo, el mismo que los esclavizó hace más de 500 años. Como quien dice, han pasado de adorar a la naturaleza, a adorar un santo de ojos claros que nada tiene que ver con su cultura.
El indígena raso y común solo piensa y vive en el presente, no sabe de proyectos ni de negocios; los más vivos los roban. Estas comunidades son despreciadas por el gobierno, quien solo les da migajas. Cada mes deben ir a recibir bienestarina que en su gran mayoría viene llena de gorgojos y en descomposición.
La organización de masas en estos grupos sociales es bien complicada, su mayor dificultad radica en su pobre formación, en el conformismo y en su creencia de que las cosas son como son porque así lo ha dispuesto el ‘Todo-poderoso’. Los indígenas llevan una vida un tanto nómada, hoy están acá y mañana muy lejos; alistan el canasto y ahí llevan su presente y su futuro, arrancarles esto de la cabeza es una gran tarea, que al final se logra, pero requiere mucho esfuerzo. Inculcarles la necesidad de luchar por una mejor calidad de vida es una tarea apenas para un buen organizador, función que de ninguna manera está cumpliendo el gobierno nacional.
La alimentación
En este territorio usted solo encuentra plátano, sal, ají. Escasamente se encuentra arroz u otro alimento industrial. Esto hace que su alimentación sea pésima y como consecuencia, los indígenas tengan en promedio una vida corta. Para agravar esta situación no hay enfermero ni medicinas ni puesto de salud y si existe, son construcciones en franco deterioro y sin dotación alguna. La mayoría de enfermedades son tratadas con remedios tradicionales.
Algunos indígenas alegan que es por cultura que solo siembran su plátano tradicional, este no necesita limpieza, entre más monte lo cubra más frutos da; en el cultivo de maíz estos nativos encuentran una salida a la falta de alimentación sin que les cueste dinero, pues como vengo contextualizando en líneas anteriores los excluye del trabajo intenso ya que solo se necesita rozar, regar el maíz y esperar a que pasen entre cuatro y seis meses para comenzar a alimentarse de él: chicha, masas de todo tipo, envueltos, entre otros tipos de comida son los derivados gastronómicos que sacan de este producto.
Y es pues, en medio de esta facilista y pobre rutina como transcurren los días de esta población que parece fuera más bien un fantasma que no asusta y mucho menos es visto por el gobierno nacional ya que se olvidó por completo de ellos.
Por: Jorge Esneyder Mosquera Jordan
Estudiante de Comunicación e Informática Educativas.