De Rumania y su dramaturgia, país invitado de honor al Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, si acaso conocemos las obras de uno de sus hijos Eugen Ionescu (Eugène Ioneco, como se le nombra desde que fue adoptado como escritor francés).
Y para nosotros es en gran medida importante y sonoro su nombre, toda vez que el llamado Teatro del absurdo, del que Ionescu es uno de sus grandes exponentes, dominó la escena mundial con mayor énfasis durante la posguerra, y a estas latitudes llegó para quedarse en los montajes deagrupaciones teatrales colombianas, como ocurrió en tantos países que vivieron el furor del teatro moderno a lo largo del siglo XX.
En Pereira
Mucho tiempo después de las tradicionales veladas en que las familias de Cartago se divertían en familia, y luego de que en los actos culturales se escenificara el teatro costumbrista, llega a Pereira tras el tren, el cine y el alumbrado público, el teatro moderno que se asentó en los camerinos, tablados y parques de la Sociedad de Amigos del Arte, Nueva escena y Bellas Artes de la Universidad Tecnológica de Pereira.
Desde la contracultura de los años sesenta y hasta la globalización de los años noventa, el teatro del absurdo fue una de las tantas formas que ante la voracidad estética y temática de las agrupaciones y la mirada atónita de los espectadores, se tomó los escenarios de la pequeña ciudad, para ponerse a tono con la capital y la cultura intelectual europea de entonces.
Entre las más recientes representaciones cuando los pereiranos exploraron la dramaturgia del absurdo, recordamos en los años noventa dos obras de Ionescu: La joven casadera dirigida por Gustavo Rivera con el grupo Nueva Escena y La cantante calva dirigida por Claudia López con su grupo Crearte.
Literatura rumana
Otras son las resonancias literarias de Rumania que han ocupado las aulas de las universidades locales, y se trata de las obras de MirceaEliade, Emil Cioran, o TristanTzara, cuyas voces (incluso la de Ionescu), parece que están atravesadas por algo en común: el pesimismo y el malestar cultural de la existencia, que se expresa en elevadas metáforas, o en agudas reflexiones bajo la forma del juego literario y el humor negro.
No es para menos: Rumania, la antigua Dacia, con algunos kilómetros de costa en el Mar Muerto y tocada por el rio Danubio, está ubicada en medio de dos gigantes (Europa y Rusia), con los que ha tenido que lidiar en toda su historia: muestra de ello en el siglo anterior ha sido su producción artística, trasla presencia del Nacismo y la Guerra Fría en su sociedad.
Esta república hija de la disputa regional por las riquezas y la posición geoestratégica de la Península Balcánica, ha visto en muchas ocasiones el renacer de un teatro occidental que ahora se funde con sus tradiciones culturales (por ejemplo las gitanas), en formas escénicas que traen al FITB como se verá en tres obras clásicas para el teatro: Esperando a Godot del irlandés Samuel Beckett, dirigida por Silviu Purcărete; Electra de Sófocles, una aproximación del Teatro Nacional Radu Stanca a la tragedia griega; y una adaptación de Leonce y Lena del alemán George Büchner.
Pero ¿qué conservará el teatro rumano de aquella riqueza estética de los primeros modernistas?, ¿cómo recibirá el público semejantes puestas en escena con la versatilidad expresiva de los directores contemporáneos?, pues que suba el telón y ya veremos.
En Bogotá
El homenaje más lúcido y delicioso que se le rinde al rumano Ionescu, está en la puesta en escena de la obra El rinoceronte, dirigida por Isabelle Matter, una coproducción realizada entre el Teatro Nacional y la compañía suiza Des Hélices, con la actuación de Héctor Lobo guerrero, Jorge Rico y Fabiana Medina.
En esta obra Ionescu alude la realidad de una población cuya vida cotidiana no le deja ver a su gente, los complejos y restringidos códigos morales bajo los cuales organizan sus vidas, y que en últimas los hace víctimas del totalitarismo expresado en el pensamiento uniforme, la masificación y el fascismo.
En la obra vemos como la epidemia de “rinocerontitis” invade la ciudad, y cada habitante sufre una metamorfosis que le lleva a perder su conciencia crítica y lo conduce a la barbarie y a los actos más feroces en contra de sus semejantes.
Los tres actores de esta producción afrontan el reto de conservar el sentido que Ionescu le aporta a la obra, en una versión para el teatro de muñecos que los llevó a interpretar más de veinte personajes, en un escenario construido para la sorpresa y el juego dramático.
La Tropa en el FITB
No sólo el teatro y la literatura rumana han influido en los pereiranos. Así como la ciudad se ha sintonizado con la escena mundial en otros tiempos, ahora se hará presente a través de un clásico de la literatura: Pinocho del italiano Carlo Collodi. La vida de la marioneta de madera es llevada a la escena por la Tropa Teatro y dirigida por Alonso Román. Y en esta versión del cuento que se supone es para un público infantil, los pereiranos se han tomado el trabajo de indagar los otros sentidos que subyacen al relato, y que ubican la historia en el contexto de las virtudes y los vicios humanos, y así permiten que Pinocho sea víctima de timadores, se burle de sí mismo, tenga la capacidad de oler más allá de sus narices de pino, y finalmente se libere cuando al fin su corazón palpite al ritmo de su propia historia. De esta riqueza expresiva, la Tropa hace que el relato llegue a todo tipo de público y esto es un logro significativo. La obra se presentará el domingo 1º y el lunes 2 de abril en funciones de 9:30am, 1:30 y 4:30pm en el Pabellón 6 de Corferias.
*Diego Leandro Marín Ossa
Pereira, 1973. Comunicador social – periodista. Magister en Comunicación Educativa, docente de la Universidad Tecnológica de Pereira.