El equilibrio baila en el filo de la cornisa, suspiran truenos caramelos de marrón festín,
desamparado en el fétido sonido de la pupila.
En el respiro de la palabra, y en el sexo del corazón, te vi sentado en los gemidos de una puta,
en las encías de Jesucristo, y en las palmas de las manos que sirvieron como apoyo en el
insomnio de la lengua. Te vi en el lienzo que dibuja el suicidio del papel y en la risa
de las piernas que abren tu desdicha.
En las caries del pintor que dibuja mi vejes, te vi como jinete que viaja al país de la rapiña.
Sentado y ladrando te vi matar, acabaste con la alegría que brota en las figuras que iluminan
Las etapas de la vida.
Sentado y en el último apoyo de la escalera, te vi durmiendo pequeño zorro sin pétalos para la
Suerte.
Te vi detrás de la enfermedad, y te sentí corriendo en el espanto de la muerte, te vi con el
gusano que produce la manzana, enterrado en los cuentos del horror, como las voces
sin identificar, en los laberintos de la mente.
Estoy tentado para callar, y escuchar el baile de mi equilibrio en el filo de la cornisa, ya nada
puede ser mejor, cuando lo mejor escapa y nos deja solos con lo último del esperma.
Te vi en la libido, en la leche materna, en la madrugada y en la esperanza de la fuerza, te vi
jugando cartas en el corazón que late en el sueño triste del deseo.
Mis ojos pidieron rezos masticando nubes cargadas en la violencia destructiva de la gente…
Satán no tiene alas y quiere fornicar.