El tiempo es ruido callejero,
es borrador de heridas imborrables,
es un Don Juan de espada y de sombrero,
es rencoroso astuto y miserable.
Es un domingo mudo y taciturno,
un despertar sin llegar a estar dormido,
un espejismo con olor nocturno,
o tal vez un oleaje de gemidos.
Las tardes se arrodillan ante él
le rinden las más vanas pleitesías,
al fondo grita un recuerdo infiel:
¡¨pregúntenle si en verdad existió el Mesías¨¡
El tiempo deja caer su peso hacia el vacío,
caravanas de formas revientan contra el mar.
Ha llegado el día del hastío,
las sombras de los valles observan sin mirar.
Pedazos de memoria sin nombre ni lugar
transitan por la mente de los desposeídos:
el tiempo es la hoguera de un triste lupanar,
o quizá tan sólo un sinónimo de olvido.