El desprevenido viajero que pretenda acercarse a los indígenas Wayuu de El Cabo de la Vela en la Guajira colombiana deberá tener claras dos cosas: la primera, que los foráneos deben pagar por moverse. La segunda, que en manos de un indígena del desierto costero del norte de Colombia no encontrará más colores como allí.

Los indígenas Wayuu, presentes en la Guajira y particularmente en El Cabo de la Vela, tienen tradiciones ancestrales sencillas y ampliamente respetadas en el sector. Allí no existe policía, jueces o fiscales: la justicia es impartida por palabreros wayunaiki, ahora reconocidos como patrimonio inmaterial de la humanidad, que escuchan a las partes y toman decisiones que siempre son acatadas por los afectados.

El sistema funciona a través de la aplicación institución moral, social y cultural del Pütchipü’üi, encargado de actuar como agente de control social, quien aplica a la realidad el saber ancestral de la comunidad, una mezcla entre conocimiento espiritual, social y sobre todo, mitológico.

Además de los palabreros, los indígenas wayuu tienen una característica escasa en el resto de tribus indígenas colombianas: las mujeres son intercambiadas por chivos y collares, dependiendo del ‘precio’ puesto por la familia de la novia y de lo que esté dispuesto a pagar la del novio por la mujer.

Después de casados, la pareja se va a vivir a su propia ranchería pero el hombre no está obligado a quedarse sólo con ella. La poligamia es bien vista y considerada un símbolo de prestigio entre los Wayuu.

Las mujeres tienen un rol muy importante dentro de la sociedad Wayuu y en muchas ocasiones se convierten en el único contacto entre el mundo occidental y la comunidad. Desde pequeñas aprenden a hacer coloridas artesanías wayunaiki (mochilas, manillas, chinchorros y hamacas) que venden a los turistas, y que a través del tiempo las han hecho ser reconocidas en diferentes partes del mundo.

UBICACIÓN

El Cabo de la Vela está a cuatro horas desde Riohacha, capital del departamento de la Guajira. Sólo hay un medio de transporte que parte constantemente hacia el oriente del departamento: taxis que dependiendo del recorrido, la temporada y la cara de local o extranjero tenga el cliente, cobran por el viaje.

El primer medio de transporte deja a los viajeros en el municipio de Uribía, que es calificado como la capital indígena de Colombia, por la presencia mayoritaria de aborígenes viviendo en el sector. Todos hablan wayuu y la mayoría se hacen entender con el español.

La mejor opción para viajar hasta el Cabo de la Vela será siempre tomar transporte público. Los locales usan camiones venezolanas que se recalientan con el pasar del día desértico, pero no pagan los cientos de peajes que son cobrados en las vías.

Para quien insista en llegar en su propio vehículo, las familias de decenas de niños tienen preparados improvisados peajes donde exigen sumas de dinero a cambio de dejarlos pasar. A través de cuerdas o incluso poniendo a los más pequeños en medio de la vía, obligan a los carros a parar y a pagar.

Sin embargo, a cambio de los peajes, el camino desbaratado, el calor sofocante y la pobre vegetación, El Cabo de la Vela ofrece un paraíso de cultura ancestral, donde prima la ley de los palabreros, se respeta a los ancianos y las mujeres son intercambiadas por preciados bienes de la familia.

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© Texto: Katherine Loaiza Martínez

Comunicadora Social Universidad Católica Pereira.

Periodista pereirana radicada en Bogotá. 

Actualmente trabaja como corresponsal Bogotá de Terra Colombia. 

Viajera, bloguera y a veces fotógrafa.

Blog: www.ojeadasinversas.blogspot.com/

© Fotos: WALLACE

Comunicador Social CTA Pereira. Diseñador Gráfico. 

Talleres de fotografía con Rodrigo Grajales Pereira.

Fotografía Documental y Retrato en la Universidad de Buenos Aires, Argentina.

Blog:  www.wallacedigital.blogspot.com/