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Jairo Aníbal Niño 1941-2010
Jueves 16 de Febrero, 2012


Jairo Aníbal Niño 1941-2010

ME HACES UN FAVOR

¿Me haces un favor?

¿Qué clase de favor?

¿Quieres tenerme mis avioncitos durante todo el recreo?

¿Durante todo el recreo?

Sí, es que tú eres mi cielo

 

Puro Pueblo

El caballo galopó entre las altas hierbas y el jinete navegó entre esas espumas amarillas mientras sujetaba con su mano izquierda su sombrero blanco. Recostado contra el tronco del guayacán, el viejo miró el acercamiento del jinete, las crines del caballo a flor de espigas,la grupa como delgada línea fulgurante de sudor. Cuando desembocaron del lago de hierba, el hombre a caballo miró al viejo, templó las riendas y se acercó al trote. En ese momento recibió el disparo en mitad del pecho. El caballo siguió de largo, reinició el galope con el muerto a cuestas y se internó otra vez entre las altas espigas.

El viejo apoyó contra el tronco la escopeta de fisto y se quedó inmóvil hasta que elcaballo y el finado fueron apenas una ondulación amarillenta. Luego se echó en elsuelo sobre las hojas muertas y se puso a pensar que tal vez hubiera sido mejor hablarle antes de dispararle, haber apretado el gatillo después de una necesaria conversa. Lo habrían hecho como en los otros tiempos. Tal vez le habría dicho, quiubo, y él le habría contestado, ahí vamos, pues. Habría bajado del caballoy seguramente habría exclamado, qué hay de la vieja. Y él habría dicho, ahí nomás trabajando la pobre. Luego, seguramente, agarrando una espiga entre los dientes como era su costumbre y metiendo la mano al bolsillo como si lo quisiera desfondar, habría dicho: Llévele estos pesos; sé que le hacen falta. Y habría añadido; tómelo, es de muy buena voluntad, ahora me sobra la plata. Ya lo sé; le habría contestado. Sé que el ejército le paga muy bien por sus denuncias.  Guárdese su dinero. No lo queremos. No sea pendejo; habría exclamado. Por la plata baila el perro. Yo cumplo con un deber. Mientras no se alcen ni  contra los patrones ni contra el gobierno, a nadie le pasará nada. Entonces,  le habría contestado, esto se va a volver un cementerio. Ahí él me habría mirado con esas vistas brillantes que tenía siempre que empezaba a reírse  a carcajadas. No. Fue mejor dispararle sin haber dicho nada.

El viejo se irguió y sintió un dolor en todo el cuerpo, un apretujen en el pecho, como una punzada de cuchillo que lo hizo sollozar. Tomó su vieja escopeta de fisto y comenzó a andar por el gredoso camino. Cuando llegó al rancho, su mujer estaba remendando el pantalón de dril azul. Dejó la aguja quieta brillando en el aire y lo miró a la cara. No dijo nada. Casi nunca decía nada. Pero en esos ojos brillantes por las lágrimas, él sabía que ella le estaba dirigiendo la conversa. Miguel, exclamó por fin la mujer, en el jarrón hay agua fresca. Debes tener sed. Sé que acabas de matar a nuestro hijo.


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