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Memoria fotográfica del Parque El lago Uribe Uribe
Viernes 27 de Enero, 2012


Memoria fotográfica del Parque El lago Uribe Uribe

En 1920 Pereira era una  ciudad con casas en bahareque que permitían  divisar el hermoso paisaje del alto del nudo, los nevados del Ruiz, Santa Isabel y del Tolima, una ciudad que anhelaba  materializar su progreso y desarrollo con obras como los parques.

Las fotografías que se encuentran en archivos de profesionales como Javier García, Luis Fernando Botero, Álvaro Camacho y álbumes de familia, cuentan  la historia de la gente, los recuerdos, los lugares de la ciudad entre ellos el parque El lago Uribe Uribe.

Dentro de este contexto, entre las calles Obando (hoy la  24) y   Murgueitio (hoy la 25)  con  carrera  Colón (hoy la 7)  y  Robledo (hoy la 8), se perfilaba un terreno denominado La plazuela, Plaza Colon, Plaza de la concordia que sin ser parque, era utilizado para actividades que permitían la concentración de la ciudadanía como la instalación de la ciudad de hierro, el circo y las  ferias de ganado.

En ese mismo lugar, a partir de 1923 se comenzó la construcción de lo que hoy es el parque el Lago Uribe Uribe. Inicialmente era un terreno  delimitado por una verja de cemento. Servía de escenario  para posar los instantes de aquellos que querían enviar a sus familiares postales con evidencia de los avances que iba teniendo la ciudad.

Mas tarde, hacia 1926, ya el parque contaba con una pileta o lago profundo construido con aportes en dinero y trabajo los ciudadanos. En el centro reposaba el busto del general Rafael Uribe Uribe, albergaba 8 canoas con remos  para el alquiler de todos aquellos que querían divertirse. En sus alrededores ya se vislumbraban las primeras bancas.

Luego vino la primera remodelación del parque, se registra entre los años treinta y cuarenta, y trajo la instalación de una fuente con luces de colores.  El busto del general fue trasladado sobre la calle veinticuatro donde aun reposa ¾Se conservaron las canoas de aquellos inolvidables paseos¾ contaba con zonas verdes, bancas de madera sobre  hierro forjado, árboles en crecimiento, pérgolas en sus alrededores y  una caseta.

Además era común que en épocas de fiestas y carnavales se realizaran actividades recreativas, como competencias de equilibrio en bicicleta sobre una banda fabricada en esterilla de guadua.

Ya entre los años cincuenta y sesenta pequeños y cortos hilos de agua remplazaron la fuente traída de Francia, las canoas pasaron a ser sólo parte de recuerdos.

Posteriormente vino la década del sesenta al setenta, el parque pasó a ser un lago sin fuente, en calma, espejo de agua  de una ciudad  y de los pensamientos de aquellos que sin falta acudían en la  búsqueda  de  sus encuentros. 

Para los años ochenta y noventa se instaló una plataforma con dos caminos que miraban hacia la calle 24 con carrea séptima y octava. En aquel entonces, ya la ciudad contaba con edificaciones altas y había perdido parte de la arquitectura de casas en bahareque y estilo republicano que habían hecho parte del vecindario del parque.

Así volvió el lago a su calma en aquellos años, veraneras de alegres colores se enredaban en las pérgolas, se mantenía la tradición de las  bancas de cemento, sitios siempre valorados por los visitantes porque permitían el descanso, la contemplación de aquel lugar citadino que rompía la rutina del ruido y el afán de una ciudad que crecía al ritmo de su tiempo.

Entre 1990 y 2000 una fuente de colores, de gran tamaño, ocupó gran parte de ese lago que había ido perdiendo profundidad; sus zonas verdes y árboles  de guayacán rosado, plantas trepadoras como veraneras, tangos y uva gigante, ofrecían espacios con sombra y embellecían la ciudad con una apariencia de parque en la primavera de un país europeo.

Pero en el 2009 sufrió una nueva transformación. Aquel lago protagonista de historias de amigos, cómplice de noviazgos, coqueteos, amores, trabajo, recreación y  hasta miedo, se encuentra en el recuerdo. Sin embargo su historia sigue viva.

Lo hasta aquí expuesto hace parte de una investigación que se adelanta en la Fundación Universitaria Del Área Andina seccional Pereira, vecina del lago, con Olga Lucia Correa como investigadora principal, Adriana Duque y Wilmar Geovany Cárdenas como coinvestigadores, la cual va dirigida a recuperar la memoria y el  significado que los ciudadanos tienen de este lugar.

A partir de archivos fotográficos, documentos escritos, relatos, registro de periódicos y encuestas, se está recogiendo la información de este proceso que en sí mismo, ha sido un emotivo  ejercicio de ciudanía con los participantes. 

Se espera publicar  un libro y plantear una reflexión social,  cultural y académica  sobre el parque como espacio público y patrimonio de la ciudad, que sirva de evidencia y referente en el  presente para la educación  de aquellas generaciones que desconocen esta historia y tendrán incidencia en el futuro desarrollo de Pereira, con la convicción de que la memoria contribuye a mantener el sentido de identidad y pertenencia por los lugares. 


Olga Lucia Correa Angel

Psicóloga, magister en pedagogías activas y desarrollo humano

Docente fundación del área andina seccional Pereira. 



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    Lunes 20 de Febrero, 2012
    • 2000-2010

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