El cacao fue introducido en España en el siglo XV
Seguro que has escuchado alguna vez aquello de que el chocolate es la alternativa al sexo para los menos afortunados. O un consuelo en días de bajones y varias melancolías.
Amado por casi todos en la actualidad, el chocolate llegó a Europa por primera vez en el siglo XV a manos de Cristóbal Colón. Pero para los Mayas el cacao era ya desde hacía tiempo una de las bases sobre las que reposaba su cultura alimenticia. El éxito en Europa de este nuevo y exótico manjar no se hizo efectivo hasta que Hernán Cortés no aterrizó en tierras aztecas. Fue entonces cuando, por mediación de Fray Aguilar, se trasladó la semilla al Monasterio de Piedra, en Zaragoza, donde el Abad Antonio de Álvaro elaboró el primer chocolate en tierras íberas. Desde entonces hasta ahora: el cacao es actualmente, no solo una de los ingredientes más importantes de muchos platos y reposterías, sino también de la cosmética.
En cuanto a los estudios relacionados con los efectos físicos y psicológicos del chocolate, los expertos han llegado a conclusiones muy interesantes. En primer lugar se le considera un antidepresivo porque que desencadena la serotina, que el cerebro identifica inmediatamente con el placer. La serotina es una de las sustancias que provocan la excitación sexual. Cuando tomamos chocolate se produce un incremento de nuestra insulina, lo que pone en marcha un aminoácido llamado triptófano, que llega al cerebro produciendo una secreción de serotinas. Nuestro cuerpo sentirá entonces una sensación placentera. En el caso concreto de las mujeres, hay quien ha relacionado la adicción hacia chocolate con los ciclos hormonales. Según estos estudios, antes y durante el período las mujeres sentirían una compulsividad hacia el chocolate un tanto más elevada que de costumbre.
Onzas de chocolate
Al margen de estudios científicos y leyendas más o menos fiables, la idea de que el chocolate sustituye al sexo es más un mito que un hecho. Como todos los mitos, parte de un poso de realidad que se ha ido enrevesando con el tiempo, dando lugar a interpretaciones de las que cabe desconfiar. Que el chocolate produce una sensación placentera (a quien le guste), está claro. Que produce adicción, puede pasar. Que es afrodisíaco, no es claro. Que sustituye al sexo… eso es inverosímil.
Quien quiera un chute de serotonina porque cree que así producirá endorfinas que incrementarán su deseo sexual, que sepa que también existen otras dos sustancias sin las cuales dicho deseo no funciona: la dopamina y la norepinefrina. Un consejo: quien quiera sexo lo mejor es que lo practique. Dejemos el chocolate como premio para el clímax.