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Manual para mandarlo todo al carajo
Domingo 20 de Septiembre, 2015
Por: Jose Hoyos


Manual para mandarlo todo al carajo

 

                                                                                                                                                                                                                               Por: Jose Hoyos

 

Asegúrese de leer estas instrucciones estando completamente convencido de que el mundo es una caterva. Este manual habla de cómo defenderse de los embates del mundo competitivo y es de consulta obligada para todo quien crea que la vida es en serio. Esa creencia ha llevado a muchos al culmen del hastío. Siguiendo la sentencia de Oscar Wilde, se advierte que la sociedad perdona con frecuencia al criminal pero nunca al soñador. Pues bien, este manual es útil para todo el que, alguna vez, ha tenido que agacharse a recoger los pedazos de sus sueños. Sirve también para furiosos inadaptados y réprobos. Desde la óptica productiva, ninguna de las indicaciones de este manual tendría sentido. El sentido de existencia se ha perdido por andar haciendo, haciendo, siempre haciendo. Compasión por favor para los ilustres, puristas, domesticados, rentistas, especialistas, incautos, y para todo el que no sepa reírse de sí mismo. Alumbran su caminar con una antorcha apagada. Cuesta creerlo, pero estos miembros sociales existen, tenga cuidado. Sea su propio teólogo, proclame: Y sobre esta piedra que tengo edificaré mi  iglesia.

Tenga su propio mundo

Sustituya el hacer por el sentir. Todos los días en la tarde mézase en un columpio de parque mientras come un helado de tiramisú a cucharaditas. Hágalo frente a un conjunto de oficinistas atareados, o de peones imparables. Sonría triunfal. Establezca una rutina de profunda percepción sobre las cosas más simples de la vida: sea simple, pero no se pretenda inocente. Vaya si eres dulce, amiga simpleza. No olvide que usted es uno y el mundo son muchos. Esa mayoría sonámbula, solo por ser mayoría, gana. Tenga su propio mundo y atrinchérese. Nunca pare de ejercitarse en el arte de perder. Aunque hay una dicha victoriosa e inexplicable en ser un náufrago que parece perdido, solo, escéptico y burlón, que al tomar distancia adquiere una mirada mágica y mordaz, que escucha donde otros no, que puede ver el cuadro en perspectiva por no tener la nariz pegada a él. Pregúntese qué impresión tendrán los demás de usted: impórtele un comino. Siéntase fuerte, algo furioso, arbitrario.

Cómo renunciar

Reemplace el humanismo de las teorías por el de las tonterías. Aunque bien visto, rechazar un empleo como supervisor de gestión de marketing no es ninguna tontería, es un acto lúcido, responsable. Mantenerse sin dueño es una virtud poco valorada en estos días; indispensable si alguna vez se le antoja –libro en mano– huir un rato a los anillos de Saturno. Si usted padece el infortunio de ser un miembro social enlistado en esos extraños hormigueros llamados“nóminas”, entonces tiene dueño.Qué espera, renuncie. Y hágalo esbozando una sonrisa victoriosa. No haga más hojas de vida, mejor llene la hoja de la vida. Se preguntará, ¿de qué voy a vivir? Este manual no tiene respuesta para eso. Pero la paz de tener tiempo para comer mandarinas en la mañana, enterrarse en un libro, escuchar a Édith Piaf, o elevar una cometa o pedalear una bicicleta, alivia, ennoblece. Recuerde el verso de Aloysius Bertrand: “No tenía qué comer y compró un ramo de violetas”.

Haga uso de su capacidad de abstracción

Confíe en mentiras amables. Esos momentos en que pedacitos de felicidad son mordisqueados, esos en que se pisa el Everest de la existencia, son pocos y pequeños, nunca suficientes. Aférrese a ellos con toda su fuerza, succione la miel. Recargue y siga. Si una mentira lo pone en ese sitio y le da ese placer, con toda la gana ignore su condición mentiresca, cúbrala de una verdad azucarada, saboréela. Para eso sirven las mentiras que despiertan hondas emociones, entonces cómo no defenderlas. Recuerde el lector de buena poesía cuántas veces ha sido transportado a un momento, un lugar, un sentimiento, con solo algunos versos que nunca fueron verdad pero ingeniados por un poeta que escribió con fiereza, tanta, que desvaneció la línea entre verdad y mentira, ahí todo ya se revistió de una verdad incuestionable. Despertar emociones es el objetivo artístico de las mentiras laboriosas, sutiles, bien logradas. De conseguirlo, por un momento íntimo, excepcional, fueron verdades. Lo bonito de la magia es que sabemos que es un truco, pero si el mago es bueno, lo creemos todo. Así es el cine.

Gire percepciones

Suprima de su vocabulario palabras feas y aburridas. No diga contexto, diga arco iris. No diga individuo, diga bailarín. No diga disciplina, diga colibrí. Ninguna palabra tan fea como mercadeo, mejor diga manantial. Evite decir ascenso, diga mejorapocalipsis, que es una palabra más prometedora. Haga uso de la observación aguda y perspicaz, no tema ser ácido. Para desinhibirse y soltar amarras, se recomienda –de vez en cuando– empujarse unas buenas copas.  Ahí la fachada colapsa y queda solo el ser y sus pensamientos, la esencia pura.Cuanto más lejos de las apariencias más cerca de la libertad. Este manual no va a mencionar más virtudes. Y en cuanto al sexo, valga una advertencia: lo único malo que tiene es el regreso. Abrir los ojos y ver que todo sigue en su lugar, que nada se derrumbó.

Apuéstelo todo sin dar explicaciones

No discuta con los domesticados que lo cuestionen. Siempre le van a decir que despierte. Hay formas angulosas y alternas de galopar la vida que están fuera del alcance de su entendimiento. Tal vez por eso destilan insidia. No dé explicaciones. Nunca. No tiene que justificarse más que con la propia filosofía de su ser, de sus actos. No se polemiza con quienes no diferencian entre vivir la vida o dejarse vivir por la vida. Habría que empezar de muy, muy abajo.Obséquielos con su silencio. La rutina y la tradición tienen que ser irrespetadasun poquito si se quiere ser auténtico. Un día cualquiera piérdase en un lugar apacible, lejos de casa, en el cual pueda ir a volar.No olvide a Baudelaire: sus alas gigantescas le impedían caminar.




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