El contenido de esta página requiere una versión más reciente de Adobe Flash Player.

Obtener Adobe Flash Player

Estás en: Inicio Columnas de Opinión Rayuela, La lucidez de lo chiflado

Rayuela, La lucidez de lo chiflado
Lunes 04 de Mayo, 2015
Por: Jose Hoyos


Rayuela,  La lucidez de lo chiflado

“El propósito de la chifladez rayuelesca es aventarnos a la vida, como algo que está ahí, al alcance del salto que nunca damos.”


Por: Jose Hoyos

 

Tengo la edición de Punto de Lectura, es gruesa y blandita, como una lonja de bocadillo, dan ganas de meterle el diente. Digamos que existen tres tipos de personas. Digamos que los primeros obedecen al orden establecido, son etcéteras. Los segundos son el afán, el acto mecánico, ni culpables ni inocentes ni testigos. Los terceros, cronopiescos, son un agujero negro. Son una llave en busca de cerradura. Son el extremo opuesto de la certeza. Son Oliveira tambaleando en el borde de una ventana a punto de caer, siempre a punto de caer. Rayuela se burla de la solemnidad. Todo lo solemne es sospechoso, especialmente en literatura. Hace muchos años un amigo me prestó Rayuela. La recibí ansioso y una semana después la devolví con furia. No pude pasar del segundo capítulo. No entendí un carajo.

Ahora que la he leído completa, tampoco he entendido mucho, pero la machaqué hasta sacarle el disfrute. No hace falta entenderlo todo¿Por qué todo tiene que estar embutido dentro de lo comprensible? ¿No es el universo la más fascinante de las inexplicaciones? Bueno, tampoco la desentendí. No hay que ser un erudito para gozar con el absurdo de Berthe Trépat o de Ceferino Piriz. ¡Cómo no ponerse en el lugar de la Maga, cómo no ser la Maga, desatenta y encantadora! Una mujer con mucho duende. Las sesiones del Club de la Serpiente son una pregunta que sólo puede responderse con otra pregunta, en todo caso inexplicable.

Si hay algo allí que se pueda explicar es la honda inconformidad, la búsqueda, el desorden, la burla, el juego, la rebeldía, el mundo como lo queremos: patas arriba. Cuando el libro se publicó muchos lectores se sintieron burlados por la forma enmarañada de su estructura. En 1964 Cortázar le escribe a su editor Francisco Porrúa algunas ideas para iluminar la segunda edición: “… hay montones de gente que se han confundido y han creído que el libro había que leerlo dos veces, primero de una manera y después de otra. Yo seré un gran jodido, pero el sadismo no lo llevo hasta ese punto. Releyendo con cuidado el tablero, me doy cuenta de que el lector descuidado (¡y la paradoja es que después a ese lector descuidado se lo putea de arriba abajo en el curso del libro!) puede irse de boca y no entender.  Yo te propondría lo siguiente, el tablero diría al empezar…” y describe las formas ya conocidas de leer el libro. Clara advertencia sobre un artefacto irracional que se quiere tragar al lector, instrucciones para jugar una rayuela sensatamente chiflada. Los saltos entre capítulos son el hombre inconforme que va dando tumbos por la vida en busca de su cielo personal. Lo que el cronopio se ingenió con el Gíglico fue un lenguaje musical dulcemente traído de los cabellos. Algo tan de otro mundo como el amor tiene que hablarse con palabras de otro mundo. Así el término ande huérfano de significado, uno entiende que cada par de enamorados nadan en un agua única y que la melosería es una exclusividad que todos creen haber inventado.

Para leer Rayuela olvide todo lo antes leído y haga como quien se emborracha por primera vez. Un porrazo en la cabeza a la seria señora Literatura. (El antes es la costra endiosada por unos especialistas de corbatín llamados Antesólogos, y Rayuela, aún hoy, sigue siendo el después.) Olvide la lógica de empezar por el principio, de terminar en la última página y con un final. Ese final aquí es una construcción compartida. El lector, como parte de la novela, tiene que inferir, y desembocar la historia donde le dé la gana. Finísima poesía: “Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”. El sentido del humor es delicioso y difícil de advertir, lo inexplicable se hace tópico. Dice Oliveira que sólo viviendo absurdamente se podría romper este absurdo infinito y arranca en uno de sus monólogos interiores: la prosa se hace ballet.

Enero de 1965, Cortázar le escribe a Paul Blackburn, su agente literario gringo: “Paul, para cuando tenga copias te mandaré algunos cuentos que he escrito en este último año. Son extraños, desafían todas las nociones del tiempo y el espacio. Ponen en aprietos al lector”. Poner en aprietos al lector no es una actitud pedante envuelta en divagaciones vacías, es un inteligente desafío a su capacidad de abstracción, como los emperrados debates del Club de la Serpiente o los retorcidos razonamientos de Oliveira mientras camina llevando en el bolsillo de su mugrosa canadiense eso que busca de la vida, pero nunca lo sabrá.Rilke está escribiendo un poema y de golpe se pregunta qué estará escribiendo en el aire la otra punta de su lápiz. Es la apertura a una existencia paralela. Naufragando en esa existencia se gasta la vida Oliveira. El propósito de la chifladez rayuelesca es aventarnos a la vida, como algo que está ahí, al alcance del salto que nunca damos.

 



  • Comentarios
  • 1296 Vistas


      


Todas las marcas registradas son propiedad de PORTAFOLIO CULTURAL. Se prohibe la reproducción total o parcial de los contenidos que aqui aparecen con su nombre, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular. © 2015 PORTAFOLIO CULTURAL
SingleClick Solutions