Para decirle a los demás quiénes y cómo somos, nos vestimos con tejidos de algodón, de fibras sintéticas, o con trozos de cuero. Jugamos a las tijeras, tapamos, descubrimos, un poco más, un poco menos, para que nuestros vecinos con sólo vernos sepan cómo es nuestra personalidad.
Para saber quiénes somos debemos desnudarnos del arte con que vestimos el alma –que a veces llamamos la memoria-. Es entonces cuando nos quitamos el sombrero Borges, la bufanda Neruda, la camisa Van Gogh, los pantalones Arenas Betancurt, las zapatillas Ravel. O también el pantalón Carlos Vives, la blusa Paulina Rubio, la correa futbolera y el poncho del Niño Jesús del 20 de julio. Ya habrá quienes se dediquen a la taxonomía de los estilos, aquí lo que reivindicamos es que el arte, venga de donde venga, es la prenda con que la piel del alma –de la memoria, si lo prefiere-, se cubre para protegerse en invierno o para sentirse fuerte en ese funeral tipo cóctel que es la vida misma.
Esa es la razón de mi novela Andago La línea K, festejar a un gran diseñador de ropajes para el alma: C. P. Kavafis. De puntadas sencillas, pero de hilos muy finos, su obra está al alcance de todos. Y en Pereira, sí que más, gracias a la labor intelectual de Eduardo López Jaramillo, quien comerció palabras del griego, el inglés y el francés para que en español también pudiéramos vestirnos a la kavafiana.
Como lector de Kavafis he aprendido que cada ética configura una búsqueda estética y ese aprendizaje está en mi texto, un ensayo novelado sobre lo que es un proceso de creación. La novela narra en la primera semana la vida cotidiana de tres muchachos, sensibles para diseñar una colección de ropa interior masculina. Luego viene una tanda de lecturas académicas sobre Kavafis, una tercera semana para la apropiación de esos contenidos y por último, una semana para pulir y mostrar el resultado de mezclar cuerpo y libro, literatura y vida.
El encuentro que Kavafis posibilita con la belleza obliga a actitudes como la distancia, el silencio y la timidez, como una forma de pagar el valor agregado de la seducción, la posesión, la pérdida y la recuperación-recuerdo, motivos siempre vigentes a la hora de hacer literatura.
No se trata de buscar lo bello por sí, sino que en la belleza de la búsqueda ya debe estar la satisfacción. No se trata de la fama, del triunfo, de la consolidación de un trío de artistas, se trata del proceso de investigación, de reflexión, de convertirse en lector agónico para proponerle al mundo un objeto digno de llevarse consigo. Hace parte de las lecciones que nos dejaron los griegos, para entender mejor el sistema de gobierno al que llamamos democracia, que suponemos con vigencia entre nosotros, y que no se agota en la elección de unos “representantes” sino en el continuo debate.
El escoger a Kavafis como motivo de nuestros bóxer, puede leerse entonces con una intención política. La actitud con la que se hacen las cosas, que sea noble, que esté inspirada de la manera más honrada posible. Uno no puede lucir una prenda kavafiana si es de los que compra verdades con mentiras, belleza con corrupción. Mucho menos, lucir algo Kavafis, cuando se cree que ser hedonista es comportarse como cerdo.
Hay quienes acusan a quienes trabajan en el mundo de la moda, de frívolos, superficiales, consumistas, explotadores. Y eso sería como si se les devolviera la pelota a los humanistas, acusándolos de no ser simplemente humanos y de detestar la vida, de encerrarse en libros y bibliotecas para ahogarse en su propia hiel. Somos esferas de la vida, tanto la literatura como la moda, con nobles integrantes y también con indecentes predicadores.
Con un tono slogan asumí entonces el escenario de Pereira, una ciudad dinámica que puede ser contada de muchas otras maneras, pero que yo preferí desde la publicidad, movimiento millonario que nos induce como sociedad de consumo, esperando propiciar su relativización para desacelerar este tonto afán que atropella nuestras humanidades.
Nota:
Andago. La línea K resultó ganadora en el III Concurso Letras de Pereira para el Mundo, organizado por la Universidad Tecnológica de Pereira, FRISBY S.A., y Ediciones Sin Nombre. En esta versión también se premiaron la novela Verdes sueños. Bolívar, el diciembre trágico de 1822 de Cecilia Caicedo, y el poemario Otoño de tu ausencia de Benjamín Baena Hoyos.
PRESENTACIÓN
Jáiber Ladino Guapacha.
Quinchía, Risaralda, 1984. Licenciado en Español y Literatura de la UTP, en la que actualmente termina su Maestría en Literatura. Pertenece a la revista de ficción breve Caballo Perdido. Docente en el I.T.A. Naranjal, sede El Triunfo (Quinchía). Ha sido Presidente de la Casa de la Cultura desde 2011.
Como narrador ha publicado un libro de cuentos, Las aventuras de la Barranquero (Ediciones Sin Nombre, 2012) y una novela Andago. La línea K, obra ganadora del III Concurso “Letras de Pereira para el mundo” (UTP, FRISBY, ESN, 2014), escrita como celebración para los 150 años del nacimiento del poeta C. P. Kavafis.
Para la poesía, sus tareas han consistido en participar de las antologías Tocando el viento del taller de creación literaria “La poesía es un viaje” y Cafeína. Muestra de poesía del Gran Caldas.
Presentó el poemario de Jorge Hernández, Aprendiz de la noche, integrante del taller literario Aracné de la Casa de la Cultura, del cual fue director.
Un ensayo de su tesis de pregrado, Crónica de Tinieblos: El sujeto homoerótico en la narrativa del Gran Caldas, fue publicado en Marginalia III. Relecturas del Canon Literario.
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