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Una vieja gloria en búsqueda de un record no tan record: ¡vivir!
Martes 31 de Julio, 2012


Una vieja gloria en búsqueda de un record no tan record: ¡vivir!

Por estos días son aglomerantes los noticieros, la publicidad, el mundo de los energizantes, gaseosas y ropa deportiva, vanagloriándose como redentores y apoyadores fervientes de los deportistas colombianos a  puertas de los Juegos Olímpicos. 104 representantes de nuestro territorio estarán en Londres en busca de un sueño que durante todas sus vidas (la gran mayoría) han padecido por trazar sus ilusiones deportivas, vidas que han sobrellevado a punta de “aguapanela” y arepa, implementos deportivos conseguidos con gran esfuerzo y que nuestra sociedad  simplemente los ha visto correr, nadar, patinar, levantar pesas etc. Con ojos indiferentes, al menos los mismos que ahora  aprovechan  sus oportunidades de ganar una medalla de oro y generar lo que para “ellos” es importante: más publicidad, ventas y reitin. Algunos de nuestros antiguos deportistas han sido más afortunados  y a punta de tutelas y demandas han recibido unas pequeñas pensiones, trabajo como entrenadores y hasta panaderías. Cabe resaltar algunas alcaldías y sobre todo Coldeportes. Para que estas  “grandes” recompensas  se den para una vida de entrega y lucha, dejando el nombre de un país en alto que los olvidará, dependiendo eso sí,  de la medalla conseguida con el transcurrir del tiempo, sino a seguir luchando por vivir.

Eliecer Trejos  tiene 74 años, natural de la ciudad de Pereira. Trabaja hace más de 58 años lavando carros en la estación de servicio el Camionero en la avenida 30 de agosto, ha sobrevivido durante todos estos años a la inclemencia del agua que humedece sin compasión su ropa y entrañas todos los días desde las 8 de la mañana hasta que no puedan mas sus piernas, rindiendo su aliento, teniendo que recostarse en su lecho de tranquilidad y sosiego. Pies humedecidos que todos los días pone en marcha en búsqueda de una meta imaginaria, en un record que va más allá de los cronómetros, paso firme que empieza hacia las 5 de la mañana hasta las 7:30, según él porque los años ya no le permiten más. ¡Correré hasta que me desmalle! Dice con una sonrisa tímida mientras mira  sus pies y golpea su muslo fuertemente con su mano derecha. “Para eso nací, por desgracia no me dio para comer”.

El “meme” como suelen llamarlo sus compañeros, es corredor de atletismo de 5.000 y 10.000 metros, sus primeras participaciones se remontan al año 1972 donde en la ciudad de Cali  pudo llegar y participar por primera vez, ese día comprendió que correr era su reír, su pasión. Ha participado en la gran mayoría de las maratones del país; sus colegas ven en él un competidor de admiración, de empuje, resistencia física y mental puesto que no ha sido fácil para este deportista mantenerse en las pistas, los patrocinadores no han sido muchos pero sus ganas fervientes se han mantenido. Empezó tarde  su trasegar por el pavimento pues no tuvo muchas oportunidades a nivel profesional; riéndose aclaraba que nunca ha ganado una medalla de oro, pero “siempre aparecí en la foto del podio”, al lado de leyendas del atletismo de la talla de Víctor Mora y el mismo que por estos días ha sido tan nombrado por los medios; el Risaraldense Hernán Barreneche, cuarto puesto en la media maratón internacional de Cali en el 81 y segundo en la de Medellín en el 86 en la categoría sénior Máster. 

Todas las ocasiones en que ha podido viajar por el país para correr se ha valido del apoyo económico de amigos y jefes que le han brindado la mano, el apoyo de las entidades gubernamentales y deportivas en pocas ocasiones fueron participes, sin embargo a su regreso llegaba con una sonrisa extenuada y plácida colgando de su cuello una “efímera” medalla de plata o bronce, después de eso jamás lo volvían a contactar, moría para la farándula deportiva, eso si, hasta que al próximo año lo llamaban con tono de adoración. Así fue por largos años.

Fotografías por: Giovanny Guisado Sepúlveda

Pero no siempre la empresa privada y las gubernamentales le dieron la espalda, en el año 1982  tuvo la oportunidad de viajar a estados unidos a participar en la maratón que hoy se conoce como la maratón de Boston. Un hombre interesado en su esfuerzo y su zancada firme le ofreció la posibilidad. “Ese día sentí que correr me daría de comer” dice con un suspiro profundo que exhala una nostalgia estremecedora. El único requisito era un pequeño favor, fácil y ya está, “te vas para el otro lado” nos llevas unos dos kilitos y usted sigue corriendo. Desde eso no volvió a correr igual, ese día murió la esperanza de triunfo pero no la de deportista. Su sueño de viajar y triunfar por un país necesitado de alegrías deportivas se quebraba, desmoronándose sus pies y sus ganas no pudo correr con la camiseta tri- color al pecho. Desde ese día corre sin mirar a los ojos a nadie, “sólo hasta que paro”, menciona con profunda inquietud. No me dijo por qué. Ahora, a la víspera de sus años como deportista sólo sus amigos recuerdan sus glorias de atleta que nunca fueron reconocidas como debieron y menos hoy que tiene que soportar el trabajo arduo y duro de lavar carros para comer, se levanta muy temprano y vuelve a sonreír, a vivir. Empieza su marcha por la ciudad dibujando en su mente las sonrisas y lagrimas de sus colegas por las maratones del país mientras lo palmeaban al llegar a la meta. Hoy sólo marcha al lado de su compañero “Barbas” que sin prejuicios y con una cola agradecida que menea cada vez que acompaña a su amo por las calles. De nuevo volví a preguntarle por qué no miraba a la gente a la cara al correr, nunca me respondió. Pero podemos deducir  para qué; para que nadie le quite la emoción que le produce marchar hacia ningún record, hacia ninguna meta, hacia sí mismo.

Por Cristian Cárdenas
Fundación Portafolio Cultural
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